Sapere Aude

Sapere Aude
Ten el coraje de conocer. Ten el valor se saber.

dimecres, 25 de febrer del 2015

Un instante, una mirada de deseo que se convierte en un hecho, que se transforma en un beso.

Prologo:

Vivo en una Europa cosumida por el odio, los ideales que nos llevaron a unirnos nos acavaron separando, los idealistas lideres del moviemento se separaron de la politica por principios, gran error. Hoy vivo en una perfecta distopía. Hoy soy un asesino a sueldo que mata a esos idealistas, moriran felices, defendiendo su pensamiento por encima de su vida, se ven cual heroicos martires, los veo como cerdos regocijandose en su mierda pensando que se estan bañando en oro.
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Un instante, una mirada de deseo que se convierte en un hecho, que se transforma en un beso.

Está rodeado, es demasiado tarde para pedir clemencia, apunto, yo, siempre yo, le meto un tiro en la cabeza. Veo como un riachuelo de sangre llega hasta mis botas, quien sabe quien era ese desgraciado, ya da igual, esta muerto. La guerra provoca muertos, los vivos que a estos recuerdan  provocan más muertos en su sed de venganza, me pagan por matar, no por pensar, veamos quien es el siguiente de la lista.

Pollock, como el pintor, vamos a buscarlo.

La casa esta vacía, ya sabía que vendrían a por el. Es valiente, me mira sin miedo, consciente de sus errores y del precio a pagar por estos, llora, tiene los ojos manchados de roja rabia, no mueve un músculo ¿No le teme a la muerte?. Cargo, apunto, y justo antes de disparar… Mierda. Una estupida niña sale de debajo la cama, ¿¡como pude no verla!? Se interpone, ahora si que tiembla el malnacido, suplica que no la toque, que ella no tiene nada que ver, que piense en mis hijos. Yo uso a mis hijos como instrumentos de trabajo. Yo, no tengo mas hijos que las balas que disparo. Enciendo un cigarro, este se consume, este me consume. ¿Que haria yo si alguien me quitara mis preciadas balas? Tiemblo solo de pensarlo. Esos traidores me ofrecen una distracción en estos mal llamados tiempos de paz, el gobierno me paga por matar a los que en el pasado les defendieron, a los que hoy les podrían traicionar. Otro tiro limpio, sin ruido y poca sangre, la niña, viva, me mira con un oido mordaz, ese odio de impotencia, ese odio tan peligroso que nunca muere.

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Pienso en como era, en como soy, era un vil asesino, soy un común ciudadano, no se que es peor. Hoy pasan ya 5 años de mi última muerte, el régimen cayo, me quede sin trabajo, hoy me dedico a matar sin balas, soy prestamista. Una mujer, Sara, me pide 500 monedas, dice que necesita comida, que su hija se muere y en el trabajo no le pagan hasta final de mes, no me lo creo, pero es bonita, ¿y como negarle nada a una mujer bella?.  Le doy sus 500 monedas, le pido 750 en dos meses. Vuelve al cabo de uno y medio con 300, me dice que es todo lo que tiene, que le de otro mes, me lo dice en lágrimas, acepto. La cara de esa mujer me inunda la cabeza, ¿la conozco? ¿La he visto antes? Estoy convencido de que si, su cara me resulta familiar. Pasa el mes, no se presenta en mi oficina, la llamo pero no contesta, mas le vale volver. Esa noche salgo, me voy de putas, de vez en cuando todos necesitamos desahogarnos. Llegó al local de siempre, la vieja me dice que tiene carne nueva, una joven y bella dama se ha incorporado en su personal, la llaman La Pintora, lleva una máscara que le oculta el rostro, eso me corta un poco, pero con el cuerpo que tiene no necesita expresión facial alguna, solo le veo los ojos, y de cuello para abajo, el único defecto es una cicatriz en su barriga, es increíble, pero no me entran ganas, le pago y me voy.

Al día siguiente aparece Sara en mi oficina, tiene 400 monedas, aun le faltan 50 dice que mañana vendrá su hija a pagarme.

Amalia, su hija, se presenta al día siguiente en mi despacho, me da 50 monedas, es mayor de lo que imaginaba, tendra unos 16 o 17 años, se parece mucho a su madre, y su imagen me resulta aún más familiar que la de esta última, la edad me esta enloqueciendo supongo. Esa misma noche me vuelvo al puticlub, pregunto por La Pintora, pero me dicen que ya no trabaja aquí, que fui su único cliente, cogió el dinero y desapareció.

Sara vuelve, me pide 50 monedas, se las doy, le pido 80 a cambio, me pregunta por mi, dice que cree conocerme. Me sorprendo, le respondo que puede que si, que ella me resulta familiar, me propone quedar para tomar un café, no suelo aceptar citas con clientes, pero nadie habló nunca de clientas. Tomamos algo y nos reímos, es divertida, sabe muchas cosas, pero parece haber sufrido mucho durante su vida, alomejor solo me lo parece, la cita pasa de la tarde a la noche, estamos cansados, con el vino y el buen humor se nos pasa el tiempo volando, el metro ha cerrado, ella vive lejos, así que aparte de pagar la cuenta la llevo a casa. Abre la puerta su hija, esta vez me mira con una desconcertante rabia, acompañada por la más cínica de las sonrisas. De camino a casa no dejo de pensar en Sara y su hija, hay espacio para el amor en este corazón que solo late por inercia? Lo dudo.

La vaciez en la que vivo consume las pocas ideas que no están pensando en Sara, que tendrá esa mujer para que no la pueda borrar de mis pensamientos, aunque sea un solo instante.

Llego a casa, dejo la chaqueta, donde siempre, enciendo las luces, como siempre, cuento el dinero de hoy y hay mucho, nada ha cambiado en 5 años.

Camisa, americana, zapatos y pantalones de vestir, hay que intentar ir elegante a la citas con las damas. Esta vez Sara y yo comemos fuera, un delicioso restaurante italiano, después de que el buen vino y de que el cansancio haya hecho mella en nosotros la invito a tomar un café en mi piso, duda, pero acepta. Una vez arriba todo es extraño, preparo el café y lo sirvo, mientras lo hago se acerca por mi espalda, toma su taza, y mirándome fijamente le da un sorbo, cuando quiero darme cuenta nuestros labios se han fundido, lo hemos perdido todo, la elegancia, la  vergüenza... el miedo. Solo nos tenemos el uno al otro, el alrededor no existe, la gris cama de siempre se ha vuelto colorida, calida y comoda como una nube. Pasamos la primera noche con la tenue luz lunar entrante por la ventana, jugando entre nosotros, mirándonos a los ojos
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Sara parecía incómoda por algo, no se porque, me levanto antes que ella, preparo el desayuno y lo sirvo. Ella viste una camisa que le va grande, como en las películas gringas. Bosteza alzando los brazos, y en ese mismo instante la veo, una linea le atraviesa la piel del estómago, a un lado del ombligo, parece una cicatriz, no la debí ver ayer por la oscuridad.

Afortunadamente Sara se ha tenido que ir pronto. Mi mundo da vueltas.

Antes de que pueda entender nada, cuando la tarde apenas esta llegando y mi consternación me ha quitado toda gana de comer, suena el timbre. Amalia, esta aqui con las 80 monedas que me debe su madre, mi cara de sorpresa, una leve sonrisa forzada y un gesto con la mano apartando el dinero es suficiente para que se lo vuelva a guardar en su bolso.

-¿Quien eres?- Me pregunta
-¿Quien crees que soy?
-¿Amas a mi madre?
-Creo que si.
-No es suficiente.
-Lo se.
-Me das miedo.
-¿Porque?
-No lo se…
-¿Quien crees que soy?
-No lo se…

Llora.

La frialdad de Amalia se derrite, se torna indefinible, algo la atemoriza, es normal que desconfie de mi, le doy una camomila para que se calme. Apenas se la acaba se va, cabizbaja y avergonzada, su silencio y su llanto me resultan aún más familiar que sus palabras.

Me echo a dormir pese no haber comido nada mas que el desayuno y observo por mi ventana el precioso crepúsculo del otoño.

Sueño, por primera vez en mucho tiempo, sueño. Sueño con el pasado, con la caída del regimen, con el asesino que era y las vidas que arrebate, sueño con todas las muertes que cometí. Al despertar solo quiero cortarme las venas, buscar mi pistola y meterme un tiro en la cien, volar mis inútiles sesos o parar de un golpe mi cruel corazón.

Pongo la casa y la oficina patas arriba buscando mi pistola, mi revolver, una preciosa magnum 44 del calibre 22. Lo cargo y lo dejo sobre la mesa. Suena el timbre, escondo la pistola entre el papeleo. Sara y Amalia, la primera me intenta besar pero la esquivo, la segunda me mira y me pide perdon.

-¿Quien soy? Le pregunto a Amalia.
- ...
-¿Quien soy?
- ...
-¿Quien soy? Dilo, lo sabes.
-Un, un ase… asesino. Me responde tartamudeando por la rabia, por el miedo, por sus traumas  por toda la mierda que le hice comer, por todo a la vez.
-Hay una pistola bajo los papeles, la contraseña de la tarjeta y la caja fuerte es 4321, haz lo que te pida tu instinto.

Amalia corre, busca la pistola, Sara no entiende nada, la beso, quiero morir con la miel en los labios, con los suyos en los míos, con un beso que no merezco. Oigo el sonido que produce la empuñadura de un arma, de su contacto con la piel, conozco bien ese sonido. Me apunta, no la veo pero lo se, como se que cuando deje de besar a su madre morire, asesinado por la hija de mis actos, asesinado, por mis propios hijos, por quienes en el pasado hubiera matado, por quienes en el pasado use para matar.

-Adios Pintora, te quiero pese no merecerte, y por eso quiero tu vida, tu feliz vida, a mi me olvidaras, no lo hará tu hija, a todos nos llega, y a mi ya me llego mi muerte.

Dolor, blanco y negro, me desvanezco entre la nada, veo la cara de horror pintada en mi Pintora. Se acabaron sus besos, sus caricias y gemidos descubiertos en la primera noche, se acaba la infinidad de veces que la puede haber besado en un porche, como adolescentes. Se lo quite todo y decidió entregarme lo poco que le quedaba, es mi manera de pedir perdón, no le perdonaré nada porque no tengo nada que perdonar, nuestro amor fue la venganza del destino, y este que esta mas vivo que nadie, es el mayor de los asesinos.

Ahora solo duerme me repito, me espera el infierno, la vida que tenía no la merezco, en mi testamento todo va a dos personas, Sara y Amalia Pollock, es mi manera, mi manera de pedir perdón.


Epílogo:

Sara quedó consternada por el episodio, pero no le quedaban fuerzas para llorar, para mencionar palabra, para odiar. Las pocas fuerzas que le restaban las malgastaba manteniéndose viva sin sentido. Amalia cogio el dinero, cogio a su madre, cogió todo lo que pudo y huyó, también cogió mi pistola. Al quinto mes, con una hija consumida por el odio y avaricia, con la poca fuerza del que está muerto, pero sigue vivo, empuña la pistola, la pistola que mató a su marido, que mató al indeseable a quien amo y que esta apunto de matarla a ella misma, se mira al espejo, su cara no expresa sentimiento alguno, esta muerta, no hay llanto, no hay temor, solo ganas de dormir, dormir para siempre.

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